El 1° de enero de 1930 se inauguró el servicio de ómnibus del F.C.C.A., que unió Victoria con Villa Ballester.
Ocho coches comenzaron a circular desde las 5:30 de la mañana hasta las 10 de la noche, recorriendo las desoladas calles de tierra Bernabé Márquez (ex Camino Real) y Libertad. La falta de demanda era tan evidente que los micros apenas encontraban motivo para detenerse.
En el paraje rural Kilómetro 24 residían entonces menos de diez familias. Para quien tuviera la fortuna —o la sorpresa— de ver pasar uno de aquellos ómnibus, la experiencia debía de resultar tan extraña como encontrarse con la luz mala: la única luz visible en la zona, más allá de la natural, ya que no existía servicio eléctrico ni había planes inmediatos de instalar cableado.
En febrero de 1931, el departamento de marketing de la empresa tendría la dificil tarea de atraer clientes.
Entonces intentó revertir la situación con una campaña que incluía la rebaja de la tarifa entre Kilómetro 24 y Villa Ballester, que pasó de 0,15 a 0,10 centavos.
Sin embargo, la medida no logró atraer nuevos pasajeros y la ocupación se mantuvo en los mismos niveles.
La realidad era clara: un servicio con capacidad para 20 pasajeros por coche que nunca llegaba a completarse no era rentable y la situación resultaba insostenible.
Así, el recorrido pronto se redujo entre San Isidro “C” y Villa Ballester.
Sin embargo, con el apeadero en Kilómetro 24 funcionando desde mayo de 1932 y más aún, tras la sanción de la Ley Nacional de Vialidad a mediados de 1934, que permitió la macadamización de la calle Bernabé Márquez, la empresa entendió que debía atender la probable demanda y anunció que, a partir del 15 de septiembre de 1934, los ómnibus con destino a Villa Ballester prolongarían su trayecto por Márquez hasta el apeadero kilómetro 24, regresando luego a la calle Libertad para continuar su ruta habitual.
El mismo comunicado trajo, sin embargo, una noticia que resultaría amarga para los vecinos de Villa Ballester.
La compañía confirmaba lo que muchos ya sospechaban: en los días de lluvia, o cuando las calles de tierra quedaban intransitables, los ómnibus finalizarían su recorrido en el Kilómetro 24.
El verdadero problema radicaba en la calle Libertad, aún sin pavimentar, que se convertía en un obstáculo insalvable para los servicios.
Finalmente, en mayo de 1935, la empresa de ómnibus del F.C.C.A. suspendió definitivamente el trayecto entre San Isidro y Villa Ballester, marcando el final de una experiencia que había nacido con ambiciones pero que nunca consiguió arraigar en la vida cotidiana de los vecinos.
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